El disonante chirrido de los inmensos engranajes despertó la curiosa mirada de una máquina asustadiza. El Científico la abrazó y, la Máquina , posó su cabeza en su pecho. Entonces el mecanismo se asustó y miró a su padre con rareza. ¿Qué era ese ruido?
Tum-tum, tum-tum, tum-tum, tum-tum, tum-tum...
- ¿Qué es ese ruido, padre?- dijo la Maquina llevándose la mano hacia su progenitor.
- A eso que le llamas “ruido” se llama corazón, hijo mío.
- ¿El corazón? ¿Qué es?
Sonriendo con suma dulzura, le contestó:
- El corazón es aquel que siente, el que espera, el que nos da vida y el que no se enfría. El corazón es juicio y sentimiento.
- Yo no tengo corazón. No hace ¡tum-tum! Hace crack- crack. No late, ¡está muerto!
-No late por qué no le has dado cuerda. Nuestro corazón es un instrumento de muchas cuerdas. Y tú, cariño mío, no haces servir todas esas cuerdas. Por eso, tu corazón, no late.
- Pero… soy una simple máquina. Las máquinas no tienen corazón. ¿Y como puedo hacer servir esas cuerdas?
- Sí tienen. Para eso habéis sido creados por el hombre. Habláis con el corazón, pensáis con el corazón, suplicáis con el corazón… En cambio, los hombres no seguimos sus dictados. ¿Qué como puedes hacer servir esas cuerdas? Pregúntale a un músico y sabrás.
-Pero… yo no conozco a ningún músico.- Dijo poniéndose en pie.
-¡ Jajajaja! Un músico antes de tocar su instrumento lo mima, lo quiere, lo adora y lo ayuda. Haz lo mismo tú, pero con las personas. Así esas cuerdas funcionarán.
El Científico miró hacia el cielo y con voz satisfecha dijo:
“El corazón es una tierra que cada pasión conmueve, remueve y trabaja sobre las ruinas de las demás.”
Rock Rule's.
